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PEPE SANCHEZBALADA DE LOS HOMBRES DE LA MAR - Publicado en POEMAS EN AÑIL Nº 100 -
Por Viviana Álvarez - 17 de Febrero, 2007, 10:31, Categoría: PEPE SANCHEZ
BALADA DE LOS HOMBRES DE LA MAR
Los hombres de la mar llevan más hondas
las heridas de amor; hablan de Ulises,
y aunque semejan recias cicatrices,
son unos tristes de miradas mondas.
Cuando parten se olvidan del destino,
que en un puerto lejano siempre aguarda
una muchacha de mirada parda,
y si hay temor, lo ahogan en buen vino.
Sueñan al sol con barcos de piratas;
si cantan a la mar se oyen gemidos
del viento sur y públicas historias.
Regresan maldiciendo entre bravatas;
y a su tierra se abrazan como amigos,
mientras se cuentan las pasadas glorias.
EL CANTAR DE LOS MÍOS
Por Viviana Álvarez - 17 de Octubre, 2006, 23:39, Categoría: PEPE SANCHEZ
EL CANTAR DE LOS MÍOS
Trato de respirar, mi día y su ajenjo diverso,
la herradura lanzada a un viento mejor
bajo el árbol moribundo de la dicha.
Trato, con los ojos de un indígena,
como un puente sin la locura del río;
respirar mordiendo el pan casi nuestro
lleno de sangre en los discursos marciales
sin tu olor derramado en las aceras del mediodía.
Soy el viejo lobo de mar, la duda en las cumbres,
el gran disidente de los domingos felices.
Nadie puede hacer de mi voz un naipe marcado.
Trato de respirar el miedo igual de los poderosos,
su día de cáncer y deudas públicas,
la saliva fraudulenta del decidor
y el invierno también conspira con la paz.
Qué sortilegio para expulsar a la muerte
violadora de los linderos del cariño,
el huerto íntimo, tu armadura de amor.
Un hippie y el azar respiran al unísono.
Los mercaderes compran tu piel nocturna
en la mesa de la sobrevida y los deberes.
Respirar la telaraña del corazón,
el salario con que mis hijos limpiarán su tiempo,
un camino para volver al monte de la fe..
Trato de respirar en la alacena del odio
y las mediocres verdades de los ajenos,
en el guijarro de la risa falsa del hombre
que antes de salir miró el fondo de su soledad.
Respirar acariciando lo irremediable de los años;
respirar en el funeral profundo de tus sueños
sintiendo que la luz y la sombra son una misma pared.
Trato de respirar, mi ayer y su cielo de mañana,
el escombro sembrado en el cantar de los míos,
y el aire parte mi pulmón con dolores diversos.
31 de diciembre del 2003
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL Nº 91 DEL 09/10/2006 SOBRE LA MESA HUÉRFANA DEL DOMINGO
Por Viviana Álvarez - 6 de Octubre, 2006, 23:52, Categoría: PEPE SANCHEZ
A Compay Segundo. Con un abrazo para mis amigos, Alejandra, Raúl y Yoel.
Dicen que los elegidos
no parten definitivamente.
Pero hoy escribo muerte,
por ti, Compay de todos,
como quien dice puta madre
y siente adentro su golpe brutal.
Escribo muerte sin muerte,
hoy que el Son es un Siboney de tristeza
que nos llena de guisasos la voz,
y se escucha a media asta
porque nos dejaste pelaos.
Pero se escucha,
Compay de la risa clara,
porque la trova no ha muerto,
vive en el amor de tu guapa,
en este arroyito seco que nos dejas
sobre la mesa huérfana del domingo.
Qué hacer ahora, Compay de la luz,
que tu armónico llora con nosotros
de Alto Cedro a Macaney
y el sombrero franco de tu corazón
carga con los güiros del silencio.
Y no sabemos cómo irnos a rumbear
con las lindas mujeres de Mayarí
sin los gallos y el platanal sereno de tu voz;
cómo inventar la fiesta de todos
sin el gorrión público de tu Macusa
que nos limpiaba el camino de paja.
Yo que apenas me llevo con la muerte,
Compay de la noche y sus bailarinas,
hoy escribo muerte con vida;
y brindo, con un mojito nacional,
por tu verso patrio y sencillo
que nos enseñó a beber desnudos
en el pozo de las ladronas de amor;
y por ti, Compay del Son,
que bajo el alero difícil de los elegidos
nunca fuiste segundo de nadie.
Casa de Raúl, Metepec, Estado de México 19 de Julio del 2003
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL N º 90 DEL 26/09/2006
CUESTIÓN DE OLORES
Por Niniane - 17 de Septiembre, 2006, 13:31, Categoría: PEPE SANCHEZ
El problema es el olor y sus cuchillos.
Puedes partir el limón de la tarde
en dos sueños iguales, casi prójimos,
que a los otros siempre les tocará más amargor,
más cicatrices,
y un confín para rumiar las pérdidas.
Porque tu camisa no huele a domingo planchado
te confunden con un turista del cuarto mundo.
No saben que tu cama de malhechor condecorado
huele a fresas recién exprimidas,
al último quejido del suicida;
ni que esa muchacha, la del relámpago en los ojos,
ha parido un arco iris bajo tu almohada,
una estrella gemela de los amaneceres.
El olor de los presidentes abre puertas
y cierra fronteras,
futuros, aleros íntimos,
como naipe marcado en los labios de un mendigo.
La toga de algunos jueces
tiene el olor de espadas partidas
olvidadas en el alma de los guerreros,
cuando el campo de batalla son un par de camisas
y dos corazones que necesitan respirar, solo respirar.
Y no tienes sangre de vigía ni su lenguaje de humo,
ni un pedazo de muro en cada boca del día,
para mirar si diciembre viene del lado de la luz
o quiere tomar la ciudad de tu pecho, incendiar sus colibríes,
tocando el arpa del dolor.
Hay un pacto entre la ballesta y la flecha:
quien rompa a tiempo suyo la tensión
hará diana en las uñas de la noche.
El problema es la sobrevida personal
y su olor de vikingo desarmado.
A veces, en el paralelo de la suerte,
con la luna y cinco pesos puedes desnudar a una mujer,
comprar máscaras, asientos de palco, entradas
para el club de los vendedores de almas.
Cuál pañuelo para tantos olores mortales.
Qué bandera izar en el mástil de la tristeza.
En pie de guerra tu paisaje interior
de ternuras y azules confidentes,
toda la vendimia y el clamor de lo perdido.
Y solo te va quedando en las manos de la espera
cierto olor a novia de adolescencia,
o tal vez,
si lo piensas irónicamente,
como olían los dedos infieles de tus 20 años.
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL Nº 89 DEL 12/09/2006 BAJO LOS PUENTES DEL CORAZÓN
Por Niniane - 31 de Agosto, 2006, 11:37, Categoría: PEPE SANCHEZ
Porque te extraño, talismán de mi huerto,
el invierno no se atreve a romper los hilos de Ariadna
que tendí, de mi ventana al mar hundido de tus ojos,
como puente preferido por los suicidas;
hilos de recuerdo, náufragos en la distancia,
que la nostalgia, con su pico irresponsable,
quisiera cortar en pedazos de humedecido cristal
para que la tarde caiga en su no ser sin fondo.
Mi corazón es un huerto desolado por el tiempo
donde sembraste racimos de esperanza,
que después el otoño distante de tu voz
puso a marchitar sobre mi mesa de pobre servidumbre.
El mar, que era mi mejor amigo,
ahora es un ágil proveedor de sal y tristeza,
entre mis manos y tu cielo de palomas grises.
Cuando grito tu nombre en los vacíos muros de mi sombra
los centinelas de la ciudad abandonan sus puestos
para perseguirte por mis venas abiertas.
Los mendigos te acusan de robarles la luz.
Los astros de la sed son perros sin compañía,
vagabundos en la soledad sin respuesta.
Ya no hay lluvia que cante, como peces de miedo,
en el aljibe sin retoño de los días;
mis pasos abandonaron la plaza de sobrevivir
para desandar las viejas calles sin final
que conducen a esquinas rutinarias,
al torpe invierno que habita bajo los puentes del corazón.
Porque te extraño, muchacha mía,
en la alta noche de tu ausencia;
porque me faltas desde que el mar puso cercos a mi pecho,
y he tenido que negociar mis naranjas jubilosas
por el pasto seco del otoño de los olvidados.
Porque te extraño, y no aprendí a defenderme de tu voz,
hay apagones en los bazares del cielo;
el búho del deseo conspira con mis aleros
y ya no caza en los muros del mediodía.
Hasta tu nombre se fugó del poema
y ahora anda de malhechor
entre papeles ilegales y amarillentos,
como la luna en que te nombro y no apareces.
He querido atar tu nombre a estos versos
con los hilos irredentos de todos mis naufragios;
he tratado de sobornarlo para que asista con su música
a la piel y la mesa del poema;
voy a acusarlo de fugitivo del amor,
de todos los nacimientos de la luz,
de no asistir al público temblor de estos versos,
por negarle al poema su sonido militante,
su caricia de campana de paz.
Porque yo lo convoqué con arpas que incendiaron la ciudad,
traté de persuadirlo a tambores de fe,
con la tristeza anónima de quien se pierde a sí mismo,
y ha quebrado el dolor desnudo del poema
que clama por su clara presencia,
por su sonido de ave escapada del otoño,
del rincón más fehaciente del alma.
Puedo acusarte de homicida sin puñal,
de malgastar mis mejores flechas,
mis cartas de navegación, mi altar suicida.
Y yo no soy Ulises, ni partí para Troya.
Porque te extraño, piel de durazno,
has hecho de mí un convicto de la luz,
el pirata, sin garfio y sin puerto,
metido por el mar de tus ojos
al turbio negocio de la nostalgia.
Y yo no tengo pasaje de Ministro
ni el hacha de los domingos,
apenas he sido un golpe humano
en la aldaba febril de tu pecho,
rumiando sus cantos de sirenas,
los frutos que buscas en el insomnio.
Porque te extraño, candil de mis manos,
y a estas alturas de tu ausencia
y las piedras de la noche,
hasta la soledad se niega a acompañarme.
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL Nº 88 DEL 29/08/2006 SAGA DEL CENSOR
Por Niniane - 24 de Junio, 2006, 0:02, Categoría: PEPE SANCHEZ
No está mal un poco de música. No
cuando caen las esquirlas del invierno
y la luz es un poco de mansedumbre y desapego.
Alguien pronuncia sus arañas marchantes,
aquellas provincianas y líricas como la daga;
las pronuncia, y sobre todo, si le falta
un ardid de sus antepasados en la cerveza;
el ángel libérrimo de la soledad
que todo lo escucha y lo transfiere
al mercado del bienestar y los relojes.
No está mal un poco de música.
No está mal. Sobre todo hoy, noria visceral,
en que unos remansos míos se ahorcan sus duendes.
No hoy que el ser filial acampa más al sur.
No ayer que la sed fue íntima y frugal
como manta nueva en el camastro de un paria,
corazón cuarteado esa luz que lo despierta.
No mañana que mi hijo me viste de estudiante
y la mochila de sus porvenires enciende la mesa
y pone estrellas gemelas y palabras azules
a desayunar los rincones más corceles del alma.
Y tironea de la risa como si siempre.
Como si nunca fuera a faltarnos el talismán.
No está mal, les decía,
olvidar por un violín anárquico
los decires rutinarios, inconclusos y tramposos,
el vendaval del que calla y sabe la ronda
del fuego contra la ventana de la costumbre.
Ventana no de olvido. Más bien serenata.
Una tempestad como moneda de cambio legal;
un clima solidario y sonoro
del que nos falta para negociar la calma,
los registros banales en el cofre del pirata
por una otredad menos ceremonial.
No está mal un poco de música,
de risa filial;
sobre todo si el censor es cuerdo
y le faltan esquirlas a la daga de mis sueños.
No está mal desnudarnos frente a los incrédulos.
No está mal, les aseguro. Nada mal.
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL Nº 76 DEL 23/05/2006 |