St Albans (Inglaterra). Día de San Esteban, 2006.
San Esteban
Hay que decir la verdad,
siempre, me repetían cuando era un niño.
Pero ¿qué es la verdad?
Sí, sí, ya sé, ya sé.
Sabía lo que querían decir.
Tenía un amigo
cuyo nombre era Verdad,
bueno, Verity,
para ser sincero.
Me encantaba oír sus historias
acerca de la Guerra.
Como fue prisionero
en una torre del Castilllo de Colditz
y cuando una noche,
bebió una botella de cerveza
la tiró por la ventana
y como el guardia de abajo
llenó su celda con balas.
Hoy es la Fiesta de San Esteban.
Es difícil de creer,
pero no sabía, hasta ahora,
que lo apedrearon en Jerusalén
por haber dicho la verdad,
bueno, la verdad tal como la veía.
Cuando llegué a ser hombre
me dijo un sabio
sobre una montaña galesa
para tener éxito en el mundo
uno tendría que pensar de una manera
hablar de otra
y actuar de otra.
Lo intenté durante cierto tiempo,
no mucho, pero fracasé
y volví a decir la verdad,.
para lo que me servía.
“No deberías pasar tu tiempo
diciendo verdades a la gente,”
me dijo una mujer muy rica
en una montaña en Noruega.
“A la gente no le gusta.”
Luego un día
Tomé mi pluma.
Describí una flor hermosa.
Al mirar la tumba
de mi amigo
en el cementerio de San Esteban
en St Albans,
muy cerca de donde vivo,
me doy cuenta que me equivoqué
cuando le dije a otro amigo,
en la Patagonia
que tuviera cuidado,
que diga verdades
a medias.