NÉSTOR ROJAS
Cronos
El tiempo engulle lo que existe y será:
da el tiro de gracia a la agónica cabeza de lo nuevo:
se advierte en el transcurso de la turbulencia
el lado vulnerable más humano,
el nombre que encierra el manifiesto antropófago
y no el otro, que jamás ha sido pronunciado;
allí, el horror de lo poco que queda de nosotros,
nada se consolida, ni la hora que llega
reside en lo hondo de la piedra y la idea
de lo moderno no coincide con lo viejo,
pero termina ajada, abandonada en el desván
de las cosas que no sirven
y esa es la otra noción del universo:
la síntesis de la invención y la sorpresa:
en este caso la propuesta es crear contra el olvido,
escribir entre dos los opuestos: la noche y el día,
porque el tiempo siempre se hace cargo de todo:
el riesgo de ser al margen de la sutileza,
el roce de la piel entre los talismanes,
el sahumerio en el portal de los santos,
pero también todo aparece bajo el designio de la magia:
y esa es la poesía que hace que todo vuelva convocado
por la palabra, la sal de los designios,
mandato de los altos poderes y el verdadero sentido
de nuestra búsqueda
y de nuestra lucha contra la inevitable voracidad del tiempo.