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LA BANCA
Por Niniane - 31 de Agosto, 2006, 11:33, Categoría: DANIEL ALBERICH
El llego a la plazoleta, en una tarde tranquila del verano del 97 con Calamaro otra vez en el tope del ranking, Garcia libre y la sombra del cuervo todavía sobre Buenos Aires. Otra tarde en Adrogue, sentado en una banca a metros de la Cucaracha, o tomando un café en el Trote, casi siempre la misma gente, casi siempre, que es lo que atrae de ser un extraño y no serlo. Las dos hermanas que pasean por la calle Nother casi todas las tardes cuantas veces las habra visto ? y ellas a el? - El daría su vida por ser de aquí. Por ser de algún lugar, por saludarlas por su nombre, porque ellas conozcan su nombre. Prende un cigarillo y hojea la última nota a Charly, - dentro de 10 o 50 años entenderán mi ultimo cd, como ocurrio con Instituciones - Garcia dispara, y el sonríe y desespera porque olvidó el nombre de la mujer que espera, busca relaciones, recuerda su cara su pelo y los segundos pasan y el nombre esta allí oculto en un pliege de su memoria. Puede recordar sus caricias o una tarde por Avenida Patricios, olor a chocolate y después parar un taxi, bajar con ella en el bar Británico, cerveza con ginebra y decirle cosas bonitas. Pero su nombre, perdido, como el. Quizás huir, refugiarse en la biblioteca, para buscar los pasos de Manuelita Rozas y su casa en Ministro Rivadavia o acaso es un enigma para el, solo para el -que busca escapar del olvido-. Los hombres huyen de su suerte, hacia otro lugar, pero ese otro lugar ¿sera el patio trasero de la casa de verano de Manuelita? Sera su refugio de esta ceguera. Repeticiones frondosas repeticiones , de momentos y circunstancias amorosas pero el nombre no llega a su memoria. El desespera y porque a el, porque no esta viajando en ese tren tercermundista rumbo a la nada o a la iglesia que pinto Berni. Después de todo, fue un verano y se paso 7 u 8 pintando, enamorado de la desolación. Y desolado se sentia en el banco, esperando a una mujer sin nombre, acaso como se sentian los inmigrantes al ver la pampa, el vacío de la caida del sol, la linea del horizonte apretando el cuerpo contra la tierra -prisioneros de la tierra- sin sombras, con mañana y recreando continuamente el pasado. Como el. En la banca, creando juegos de palabras que lo llevaran a buen puerto. Desandando camino fue hasta la nave mayor, la nave insignia del Almirante. El viejo lo miro de arriba abajo, despues a los ojos - todas las tardes estoy en esta plaza, voy a la biblioteca y luego vengo a hacer la digestión. Los viejos somos animales de costumbres. Delineo historias de la época del Brigadier, de como se gano la estima de los Pampas y Ranqueles, de los gauchos alzados. Los desfiles en su honor cuando solo era patron de estancia. Tiempos heroicos aquellos, decia el viejo y sacaba de su bolsillo un avanti sobado y humedecido. La historia le era ajena a pesar de estar rodeado de ella. Un nombre, una mujer. Un tiempo, su tiempo congelado en esa plaza. Su vida se jugada en ese instante y el comprendia la gravedad del suceso - ya nada seria igual - a no ser que recordara. Era un laberinto prefabricado? una urgencia de pacotilla, no habia nada en juego. Solo era una ilusión para sentirse vivo., solo habia que pellizcarse y no hacer caso al gordo que venia hacia el con un machete. Antes escucho un grito. El machete acelero su marcha y el se cubrío con su mano derecha mientras una manaza se estrellaba en su mandibula. Se inundo de nada. Ocho meses después recupero el conocimiento a unas pocas cuadras de la plaza del ataque. Estaba en el sanatorio de Adrogue, segundo piso, habitación 21 ,mientras Marisa la enfermera corría la cortina. El abrío los ojos tomo todo el aire que pudo y solto varias palabras indecifrables. Amaba a esa mujer. Creyo amarla, en su nombre el nombre de la mujer amada. Intento levantarse se mareo todo le daba vuelta , reia, con la risa de los vivos. De esos, que encuentran su destino en la punta de sus dedos como los pianistas.
PUBLICADO EN POEMAS EN AÑIL Nº 88 DEL 29/08/2006
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